sábado, 31 de marzo de 2012

Poema de tristeza número diecisiete

Estuve viniéndome abajo el tiempo necesario
para adiestrar esta tristeza, para convocar mis costillas al receso,
para ponerle una correa a la tristeza, para sacarla a pasear a veces,
para romperme las costillas, los nudillos de tanto golpe al fin,
para quebrarme los dedos, para morderme la clavícula,
para autoflagelarme sin ponerme un dedo encima,
para llorar pulmones enteros, para no llorar agua, sino aire,
para fragmentarme la garganta, para dejar de ser el bienhablado
a la vez que el malquerido y el ajeno, 
para decir que todo está bien, que todo el tiempo y las vueltas de reloj
satisfacen las ganas de crecer, alimentan el afán de hacerse grande,
para decir que era lo mejor que tuve, para decir que no tengo tiempo,
para decir que nunca quiero estar tarde para hacerme daño,
para decir que quiero ser el primero en la fila de mi caída,
el primer espectador de mis abismos, el primero en darme de baja,
para recoger las cartas que nadie me dio y encender una hoguera limpia,
para pasar las manos bien rápido y jugar a que soy inmune,
para creerme cirquero, caerme desde alto y proferir los ays que quiera,
para ser el último en darme primeros auxilios,
para ser el primero en darme últimas vidas.

Estuve viniéndome abajo el tiempo necesario
para adiestrar esta tristeza, para no darme mala vida.

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