lunes, 14 de marzo de 2011

Lo que se viene


Estaba dormido. Se despertará, se pondrá encima lo que encuentre y saldrá del apartamento, dejándolo con llave; bajará con prisa las escaleras y cruzará la calle que –seguramente– estará atestada de soledad; entrará a la fonda y pedirá un café descafeinado, sin azúcar y sin café; se irá sin pagar y antes de abandonar el lugar lo llamarán por su nombre y él reconocerá la voz y volteará para decir «yo te conozco»; entonces conversarán un rato y ella le preguntará si quiere salir más tarde y él dirá que es posible. Esa tarde, después de cenar, caminarán por el puerto y verán cómo desaparece un crepúsculo; ella lo invitará a su casa y él le dirá que debe levantarse temprano, pero ella lo incitará maestramente, y él aceptará. Esa noche, antes de entrar al cuarto de su anfitriona, él recordará que alguien lo espera lejos, en algún lugar, y reaccionará y huirá sin decir palabra y de un momento a otro va a empezar a llorar. Pero ahora estaba dormido.

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